Muchos me han escuchado hablar de lo importante que es mi familia materna para mí. De que mi familia no son sólo mis papás y mi hermano, sino que la conforman mis tíos, primos y mis abuelos (en este caso, sólo mi abuelo, porque mi abuela Fabby falleció hace mucho tiempo). Ayer, cuando juntamos sólo unos pocos para compartir la vuelta a Chile del Darwin, pude darme cuenta de lo mucho que extrañaba a mi primo que estaba en USA. Pude comprobar que dentro de mi loca familia, cada uno de nosotros tiene un rol importante, y que si no está, se nota la ausencia. Es notorio como él hacía falta para que estuvieramos completos. No es algo que pueda determinar exactamente cómo se notaba la ausencia, pero dentro de mí, en mi corazón pude reconocer lo que significaba. Ayer estaba feliz, sentí que mi familia estaba junta otra vez, porque él, estando en USA, significaba que no estábamos todos. Ahora no, sé que ahora somos uno, somos una familia... y si falta uno, no estamos completos. Estoy demasiado
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Estoy en una parada distinta. No sé si es bueno o malo. Creo que es bueno, porque sencillamente no me estoy cagado con la cabeza con preocupaciones absurdas, estúpidas, sin sentido. Le estoy dando prioridad a mi vida, a mis deseos, a mis objetivos. Disfruto lo que tengo que disfrutar, porque para eso está. La gente que se angustia asumiendo roles ficticios, creándose problemas por hobby, es cuento de ellos, a mí dejenme con mi felicidad. No me voy a calentar mi cabeza, buscando explicaciones o soluciones a sus preocupaciones. Estoy demasiado bien para intentar solucionar cuentos ajenos, ni mucho menos para tomar parte de uno o de otro. Para mi, algunas cosas son juegos, y así las tomo. Me importa un carajo a quien le gusta o quien no. Es mi vida, son mis prioridades... es mi mundo. Si no te gusta, ya sabes lo que tienes que hacer... mete tu cabeza en el water y tira la cadena.